Las 3 heridas emocionales del pasado que no te permiten ir adelante
Viene a menudo repetido que para vivir bien es necesario concentrarse sobre el presente y dejar el pasado a las espaldas. Incluso también cuando nos esforzamos en hacerlo se necesita tener en cuenta que aquello que ha sido, en el bien o en el mal, ha contribuido a hacer de nosotros aquello que somos. Los eventos ocurridos son ya parte de nosotros, los llevamos y los llevaremos encima por siempre. La cuestión es decidir se transportar aquella carga en un pequeño bolsito o en una gran valija.
Cuando el pasado nos deja heridas emotivas, al mismo modo de aquellas físicas, estas pueden sanar, dejar una marca pero que no hace mas daño o empeorar, abrirse y recomenzar a hacer mal. No basta "decidir" de olvidar porque se tendrá siempre la sensación inconciente de tener cualquier cosa no resuelto dentro.
Aquí las tres tipologías principales de heridas emocionales que pueden impedirnos de ir adelante en la vida:
- Heridas de la autonomía. A un cierto punto en la vida de un individuo pudo haber intervenido un padre o educador que ha limitado su libertad y capacidad de decidir. Creciendo y madurando la persona que ha sufrido este trauma puede desarrollar un comportamiento vacilante en tomar decisiones, construyendo una personalidad debil y pasiva.
- Heridas de la autoestima. Cuando el amor propio y la confianza en si mismo vienen puestos en discusión de particulares experiencias, incluso de la infancia, se tiende a recaer en la misma dinámica incluso en el futuro, arriesgando de fracasar.
- Heridas del afecto. Son típicas de condiciones como abandono, aislamiento y desapego emocional. Es quizás la tipologia de shock psicologico mas grave porque hace creer al individuo de no contar para ninguno, impidiendole de instaurar alguna relacion. Viceversa puede generar tambien dependencia afectiva y necesidad de recibir constante aprobación.
Muchas personas son obstaculadas en su proceso de crecimiento personal de uno o de todos estos tres traumas, quedando bloqueados o de hecho retrocediendo. A la luz de estas reflexiones parece claro como es esencial cerrar de verdad las cuentas con el pasado, hacer las paces con uno mismo, perdonar a quien ha provocado el dolor y perdonarse a si mismo por no haberlo sabido impedir.
Aceptar lo vivido significa asumir la conciencia por completo, dejar de hecharse la culpa encima, pero asumir la responsabilidad por ella. De esta manera, el lastre que se mantiene anclado y el riesgo de arrastrarnos al fondo, serán solo "recuerdos" de nuestro viaje.