Según la tradición, para un niño la madrina puede ser como una segunda mamá: éstas son sus obligaciones
Las figuras de la madrina y del padrino tienen una valencia ligeramente diferente en base a la religión y a la cultura de un pueblo o singular núcleo familiar. En la doctrina cristiana en general se trata de personas que tienen el rol de sostener y ayudar a los ahijados apoyando a los padres en su tarea de educarlos y criarlos. Sin embargo, en muchos países, estas tareas tienen un valor mucho más profundo que va mucho más allá de la simple representación ritual.
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Hacer de madrina a un niño o niña, en particular significa ser como una segunda mamá, alguno de verdad presente y relevante en la vida cotidiana del aún no nacido. Los deberes de asistencia y soporte no se terminan ni siquiera cuando el ahijado o ahijada llegan a la edad adulta exactamente como aquellos de un normal padre.
La madrina debe por eso ser elegida entre las personas hacia la cual se prueba absoluta estima y confianza: una amiga, una hermana o la propia misma madre. Debe ser alguno que no se limita a hacer regalos o dar tanta contribución económica, sino quien está en grado de asumir la responsabilidad de punto de referencia, sobre todo en el caso en que la mamá se ausentara por algún motivo. Además, una segunda mamá, que si es necesario, puede hacerse cargo transmitiendo los mismos valores.
Una madrina es mejor de cualquier aseguración sobre la vida, decididamente preferible a la alternativa de un tutor o de otro género de asistencia que no tendrá jamás el mismo impacto emoional sobre la prole.
La co-mamá es y será de ayuda en más y una red de seguridad si todo debiera precipitarse. Muy pocos tienen la suerte de poseer en el propio círculo social una persona a la cual poder pasar un testimonio así precioso y pesante, pero sobre aquellos a la cual ha caído esta bendición decididamente tienen una vida más serena.