"Una casa ordenada es una casa triste": el pensamiento de un conocido educador sobre la felicidad de las familias al día de hoy
La perfección no solo aburre sino puede también deprimir. En particular tener la propia casa inmaculada, siempre como si tuviera que sufrir una inspección militar desde un momento al otro, da testimonio de un estado obsesivo, una dependencia que genera tristeza. Lo confirma Sergio Cortella, educador, psicólogo y escritor, que sostiene como en la sociedad de hoy la cultura de la imagen sea en realidad fuente de constante inseguridad e infelicidad.
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El ejemplo más emblemático y fiel de este discurso es la costumbre, quizás mejor decir la manía, de selfie y en general de las fotos posteadas sobre redes sociales. Aquello que viene mostrado y compartido no es jamás la realidad sino una reelaboración suya bien construida. Cada vez que las personas publican una imagen de si mismas, de un lugar o del clásico plato apenas cocinado, aquella escena aparentemente natural y espontánea es fruto a veces de larga preparación, de numerosos intentos, en busca de la toma impecable.
Inculso cuando parece haber algun detalle no exactamente lineal, hay que preguntarse si no ha sido puesto a propósito, con el objetivo de llegar al efecto visual deseado. Todo es artificial, artefacto, la versión ideal de cómo uno quiere aparecer, sacrificando así la belleza de la imperfección, la autenticidad del ser. Otro ejemplo que te hace sonreír es cuando vas a hacer una llamada de conferencia o una entrevista de trabajo a través de Skype, desde tu propia casa, con una chaqueta y corbata.
Esta búsqueda continua para hacer que la vida se vea como la que se muestra a los demás es solo un espejismo que a la larga encierra la autenticidad, asfixia y pone en riesgo el bienestar psicofísico. Desafortunadamente, este modelo de comportamiento no solo se sigue individualmente sino que también se impone a los hijos, infectándolos con sus propias fijaciones y preparando así a la próxima generación de personas permanentemente insatisfechas.
Todo se conduce a la casa, al lugar de la intimidad, de la privacidad, el refugio acogedor donde nos deberíamos sentir al seguro, relajados y sobre todo donde ser simplemente nosotros mismos. La cotidianeidad honesta y abierta también está hecha de caos, no ficción cosmética como si se estuviera siempre en una sesión de fotos.
Mantener su hábitat limpio y decente es muy diferente para que se vea como la portada de una revista de diseño interior. Así que es hora de dejar de esconderse detrás de una mentira, porque de esta manera también eclipsó sus emociones. Por tanto, estamos seguros de que algún objeto fuera de lugar no es malo si esto significa una vida más tranquila y criar hijos saludables!