La familia es el primer lugar en donde se necesita dar el buen ejemplo: todo el resto viene después
Cuando se habla de educación de las nuevas generaciones a menudo viene en mente la escuela. La institución didáctica es seguramente muy importante, fundamental para aprender nociones esenciales y valores como colaboración, convivencia e intercambio. Incluso la primera estructura encargada de poner las bases del proceso de crecimiento de un individuo es la familia. Nada más puede sustituirse a ella y su mal funcionamiento compromete cada otra contribución del sistema social.
Es en el contexto familiar que el niño aprende como interactuar y como relacionarse con los demás, como distinguir aquello que es justo de aquello que es equivocado y como adquirir la responsabilidad de las propias acciones. Desde como se desarrolla la cotidianeidad doméstica de los más pequeños "adiestrándose" hasta afrontar la realidad externa primero como estudiantes y sucesivamente como ciudadanos. La familia prepara, la escuela actúa como guía, y luego lo aprendido se consolida en la familia.
Este círculo vicioso no puede interrumpirse ni cortarse, y sobre todo no puede tener propio en el ambiente familiar su anillo débil. Los padres tienen un gran poder y al mismo tiempo una gran responsabilidad, la tarea de crear los requisitos previos para una niñez sana y serena, dando el ejemplo a sus hijos. Esto no significa que las madres y los padres deben ser perfectos, todos pueden cometer errores, lo importante es recordar de no fallar.
Se trata de una gran carga de llevar, pero cada persona tiene la capacidad de triunfar si realmente lo quiere y si el amor lo impulsa hacia lo que más ama en el mundo. Ser padre es el trabajo más complicado que existe pero, al mismo tiempo, el más extraordinario.
Muchas madres y padres de hoy se sienten incapaces de cumplir su misión, se subestiman o no se comprometen lo suficiente. Para criar individuos adultos primero hay que serlo uno a su vez, pero con demasiada frecuencia las personas ocultan una fragilidad y una inmadurez nunca resuelta. Ha llegado el momento de enfrentar la realidad, que no da miedo sino que es más hermosa de lo que se cree.
Cuestionarse, conocerse y hacer las paces con su pasado es la manera de llegar a ser grande, capaz de comprender firmemente al testimonio y de llevarlo con firmeza hasta que llegue el momento de entregarlo nuevamente. Basta con materialismo, desconexión y ocio, es hora de ir más allá de nosotros mismos, crecer niños seguros y felices, listos para enfrentar los desafíos del mañana.