No esperarte nada de ninguno, vivirás decididamente mejor
En las relaciones entre las personas, cuando se trata de amigos, familiares, parejas o de hecho conocidos, se arriesga a menudo de quedar insatisfechos, no porque ellos hayan hecho alguna cosa equivocada, sino simplemente porque no se han comportado en el modo esperado. Las expectativas son una cosa inevitable y normal pero al mismo tiempo una pequeña trampa mental. No esperarse nada de ninguno puede parecer angustioso pero puede hacer vivir más serenamente.
Una cosa es conocer a alguien y saber de poder contar sobre él o sobre ella, otra es saber que realizas un deseo, diga o haga exactamente la cosa esperada como si tuviese el don de leer en el pensamiento. En este caso se proyecta sobre el otro aquello que se quiere, considerando que casi seguramente lo realizará. Por desgracia la consecuencia más común de la ilusión es la desilusión, el ver frustrado un pequeño sueño y desde aquí comienza a nacer la duda de no conocer de verdad aquella persona o que el afecto no se ha intercambiado del mismo modo.
La espectativa desilusionada es una espiral que conduce a la incertidumbre, especialmente cuando es demasiado grande. El error frecuente es idealizar a los individuos, construir una identidad de ellos que no corresponda a la real, con la que nunca podrán competir porque están más allá de sus capacidades y su forma de ser.
Mucho más saludable es ser sorprendidos mas que desilusionados, y para hacer aquello se necesita simplemente abandonar el concepto de espectativa. Aquello no quiere decir que se deba abandonar a la idea que una pareja no pueda ser fiel, un amigo leal o un familiar afectuoso, sino solo no imaginar escenarios irreales condenados a ir destrozando. Para vivir en armonía se necesita dejar de manipular a los otros buscando de hacer parecerse a uno mismo. Tantas veces lamentandose se dicen cosas tipo "si todos fuesen como yo..." pero se trata de un engaño. Un mundo de individuos todos iguales sería un lugar donde todos tienen el mismo defecto, en donde ninguno puede compensar al otro, enseñar o aprender alguna cosa y donde habría más conflicto que paz.
Ciertamente liberarse del hábito de las expectativas no es fácil, pero hacerlo de más cada día le ayuda a disfrutar de la vida alegrándose de lo inesperado, porque después de todo, las mejores cosas llegan cuando menos las espera.