Depresión "sonriente": cuando nos ponemos la máscara de la felicidad para esconder un dolor profundo
La depresión, por desgracia, es un mal común de nuestro tiempo, que no siempre se logra reconocer y tomar a tiempo. En los últimos años se ha sentido mucho hablar de "depresión sonriente", un estado en donde se parece feliz exteriormente pero se queda profundamente sufriendo internamente. Sonreír no quiere decir siempre que todo va bien y la depresión puede ser fácilmente enmascarada por una sonrisa o por un comportamiento aparentemente normal. Hoy, 1 persona sobre 10 está deprimida y un porcentaje que va del 15% al 40% sufre de esta "depresión sonriente", de otro modo llamada depresión atípica.
via ncbi.nlm.nih.gov
Reconocer una persona con depresión atípica no es fácil, porque en general estas personas no parecen estar en condiciones desesperadas de un deprimido: tienen un trabajo, una casa, quizás también una pareja o hijos, y logran sostener conversaciones agradables con cualquiera. Todo esto sucede cuando el enfermo se pone una máscara, puesta a propósito para nosotros que interactuamos exclusivamente con ella. Las personas en estas condiciones sufren internamente, se sienten sin esperanzas, tienen continuos cambios de humor y no con poca frecuencia piensan de tener que terminar con todo y todos. Su fuerza interna, que la empuja a continuar a vivir a toda costa, puede resultar contraproducente haciéndolo más vulnerable a la idea del suicidio (mientras en otras formas de depresión, la persona puede elaborar pensamientos suicidas pero luego en general no tiene suficiente fuerza para realizarlo).
Las oscilaciones del humor llevan al deprimido a sentirse mejor según aquello que les ocurre en la vida - recibir un halago o estímulo al trabajo, o un mensaje que estaba esperando de alguien desde hace tiempo, etc - pero se trata solo de ocasiones momentáneas, destinadas a regresarlo at pronto a un estado de desconfianza, inseguridad y depresión.
Si queremos aprender a reconocer algunos de los síntomas ligados a la depresión atípica, podemos comenzar observando algunos: exagerar con la comida, percibir un fuerte sentido de pesadez en las piernas y en los brazos y sentirse fácilmente heridos por una crítica o por un rechazo. Además, el deprimido "sonriente" advertirá una baja de humor sobre todo a la noche y sentirá la necesidad de dormir más de lo acostumbrado. Estos síntomas parecen aparecer casi siempre asociados a un cierto tipo de temperamento, fuertemente caracterizado de inseguridades y baja autoestima, tendencia a atormentarse sobre cosas y pensamientos acerca de eventos negativos que todavía no han ocurrido. La baja de humor puede ser debido a diferentes factores - el trabajo, el amor, etc. - pero también a pensamientos estrechamente relacionados a la inutilidad de la propia existencia.
El deprimido en general no se da cuenta de serlo porque cree que en su vida todo esta yendo por el camino correcto. ¿Desde dónde partir, entonces, para comprender las causas y curarlas?
El primerísimo punto de partida es reconocer la existencia de la enfermedad y comprender la gravedad. Solo cuando se deja de racionalizar los problemas, considerados no suficientemente graves, se puede comenzar a hacer la diferencia. Para algunos, esta intuición podría ser suficiente para cambiar las cosas, porque los pones sobre el camino justo para buscar ayuda y liberarse de las cadenas de la depresión. Otras armas de no subestimar son la meditación y la actividad física; ha sido descubierto un importante mejoramiento en las personas que practican meditación y deporte semanalmente. En fin, para algunos el camino a seguir es aquel de la psicoterapia cognitiva, que enseña un diferente modo de pensar para poder emerger de los patrones de comportamiento habituales.
Pero la cosa más importante de todas, que puede ayudarnos a salir de la depresión atípica, es encontrar un motivo en la vida. Es esencial encontrar un objetivo en la vida, en modo de poder concentrar las propias fuerzas sobre ello. Que sea una mirada personal o dirigida a la cura de los demás, funciona indistintamente.
Sentir que vale la pena de vivir la vida es la sensación que nos salva del abismo de la depresión.