El más grande error de una mamá es olvidarse de sí misma
Tantas veces uno se dirige a una mamá como si ella fuera solo aquello y basta, pero una mamá es también una mujer. La mujer escondida dentro de ella que cada tanto golpea para salir afuera. Demasiado a menudo nos esperamos de ella que entre en un solo rol, aquel solo, que la ve totalmente dedicada a la maternidad. Y tantas veces es ella misma a etiquetarse y excluir actividades, simples salidas con las amigas o cualquier otra cosa que la haga sentir en contraste con aquel rol.
Olvidarse de sí misma, de las propias aspiraciones o a veces del amor por el propio cuerpo, es un error, porque una mamá puede ser una óptima madre y con mayor razón puede pensar incluso en sí misma.
En nuestra sociedad la mamá siempre ha cubierto un rol importante, por eso, en el imaginario colectivo es asociada siempre y solo a su rol de mamá. Años y años de emancipaciones no han eliminado algunas convicciones de las mismas mujeres que primero se adormecen en interpretar su rol. No es el lápiz labial rojo o un vestido luminoso, no es el taco o el vaso de vino en la cena con las amigas, a determinar el ser más o menos una buena madre. No es pensar incluso en ti misma que excluye la maternidad de tu vida.
Los roles y los matices de nuestra existencia no deben necesariamente excluirse entre ellos, al contrario, pueden coexistir y generar aún más armonía. Cuando la mamá siente la necesidad de cuidarse, de tomar espacios de tiempo para ella misma, de perder aquellos kilos de más acumulados durante el embarazo, no se está olvidando de su rol de madre, está simplemente encontrandose también así misma. Una madre que no se olvida de ella misma es una madre más serena y saciada, y esto beneficia también a los hijos y al marido o compañero.
Porque la maternidad, aunque maravillosa, no está dicho que pueda llenar todas las exigencias de la vida de una mujer. Las ganas de trabajar y de involucrarse, los viajes o las amistades para cultivar, los objetivos de llegar, el verse todavía bella y cuidar su propio aspecto, cada cosa todavía tiene valor incluso si un día se convierte en madre. Darse completamente y relegarse a un único rol es muy peligroso: se vuelve frustrante y lentamente se arriesga de marchitarse frente a una vida en donde se siente constantemente la falta de alguna cosa.
Los hijos llenan la vida, es cierto, pero es cierto también que crecen de prisa y que antes o después se necesita hacer las cuentas con la mujer que está dentro o detrás de la mamá. En el fondo, ¿porque empantanarse en un único rol cuando se podría ser aquello y mucho más todavía? Recordarse de sí misma es una forma de amor que incluso amándose uno mismo, logra a expresar todavía mejor el amor por la propia familia y por los hijos.
Recuerda de recordarte...de ti misma.