Jamás me he dado cuenta de cuanto era fuerte mi mujer hasta que la he visto dar a luz
Crecemos a menudo con estereotipos y convicciones sobre la debilidad de las mujeres. "Llora como una mariquita", "patea la pelota como una nenita", nos repiten desde niños. Estamos propensos a pensar que la mujer es siempre aquella débil, insignificante y para proteger.
Pero, a menudo, la vida misma nos enseña que detrás de las mujeres y la aparente fragilidad, se encierra una gran fuerza. Una fuerza explosiva e incontenible que podemos más fácilmente observar cuando la mujer se convierte en madre.
Cuando la mujer se convierte en madre, se vuelve portadora de una fuerza que probablemente ella misma no sabía de tener.
Hace once años ha llegado Jon y nosotros, jóvenes y despreocupados, no sabíamos nada de niños o de ser padres. Ella 24 años y yo 26 y es entonces que ha comenzado la transformación, allí bajo mis ojos he visto su fuerza.
Contracciones muy fuertes, peridural y finalmente la cesárea de urgencia. Yo no sabía que cosa pensar, que cosa esperarme, tenía miedo.
Pero ella ha vivido todo como parte del juego, sin quitar la mirada del pequeño, sin pensar en los dolores. Aquel vientre creado no la preocupaba. Sus ojos y sus atenciones no le pertenecían más: estaban ya dirigidos a Jon.
El dolor durante la lactancia no le daba tregua incluso a ella le parecía no importarle, todavía una vez todo parecía solo un detalle o una consecuencia pasajera de una cosa para ella más grande: el haberse convertido en madre.
Habré querido decirle basta, imponerle de recurrir al biberón...Y luego me he dado cuenta de aquello que una madre puede hacer por un hijo, ninguno lo hará jamás por otra persona.
El segundo embarazo parecía proceder bien hasta cuando a las 34 semanas, la pequeña parecía querer nacer y las contracciones se volvían cercanas y dolorosas. Demasiado pronto nos han dicho los médicos "cada día en la panza es uno menos en la incubadora" y han internado a mi mujer dándole alguna cosa para bloquear el parto.
Ha funcionado en parte, excepto para el dolor...Aquello no ha pasado y ella continuaba a sentir contracciones dolorosas cada diez minutos, por siete días, con otro niño de tres años que debía acudir.
Digan ustedes si esto no es fuerza!
Despué de siete días de la llegada del segundo hijo que tenía necesidad de seis días de incubadora ella se preguntaba incluso si no hubiera podido soportar un poco más.
El tercer embarazo ha sido aquella de las naúseas y de mareos hasta el final. Solo después del parto mi mujer ha logrado renacer.
No digo que todas las mujeres deban afrontar el dolor del mismo modo, pero estoy seguro que si miramos atentamente veremos siempre e igualmente una gran fuerza en estas mujeres.
Ahora cuando siento hablar de las mujeres como criaturas frágiles y de proteger me dan ganas de reir, y cuando encuentro a madres con sus pequeños, cuando las veo pasear o hacer las compras, no puede que pensar en lo fuertes que son.
Con cuanta fuerza afrontan el dolor y con cuanta fuerza logran amar. ¿Tenemos todavía el coraje de llamarlas "mariquitas"?