A menudo decimos de estar solo cansados, pero la verdad es que estamos tristes
Probablemente al menos una vez en la vida les ha ocurrido a todos. La cotidianeidad nos parece repentinamente oprimente y si nos detenemos a mirarla por un segundo, no logramos captar el verdadero significado. Es como si estuviéramos repentinamente vacíos de todas las energías y de la fuerza que nos ha consentido de ir hacia adelante hasta aquel momento.
Son sensaciones desagradables, donde a menudo no logramos ni siquiera entender el motivo. Si estuviéramos obligados a explicar que cosa nos sucede, no lograremos a decir nada y tenderíamos a etiquetar nuestro estado de ánimo con las definiciones más disparatadas: cansancio, estrés, malestar general.
Incluso, a veces es oportuno ir un poco más a fondo y darse cuenta si son las causas más importantes en hacernos estar mal.
via Research Digest
Atención a la falso o presunto cansancio, porque a menudo, en su lugar, podremos estar atrapados de un torbellino de tristeza. Buscamos de alejarla, no queremos aceptarlo: la tristeza está allí, para recordarnos que, en el fondo, alguna cosa no va.
En vez de luchar para alejar estas sensaciones rápidamente, sin siquiera hablarlas o darse cuenta, sería oportuno detenerse un momento. Exactamente así: en estos casos, la reflexión es la mejor aliada. Solo analizando los aspectos de nuestra vida que más o menos nos gustan, podremos tomar a fondo los motivos de nuestro malestar.
Ningún estrés o cansancio físico: si estamos tristes, nos conviene aceptarlo y hacer las cuentas. Con una buena dosis de instrospección, nuestra baja de energías podría ser dirigida a un avance dando una sacudida y resolver problemas. Ningún medicamento, ninguna enfermedad de curar. La tristeza no es una cosa para combatir ciegamente. Si aprendemos a tratarla como una señal, una voz interior para mejorar, ¡sabrá darnos una mano en muchas situaciones!