Después de 25 años de matrimonio, Bill y Melinda Gates lavan todavía los platos juntos cada noche
Cuando se tiene muchísimo dinero a disposición se arriesga de alejarse de la normal cotidianidad.¿ Porque dedicarse a las tareas de la casa cuando se puede tranquilamente pagar a personas que lo hagan en su lugar? La respuesta es que estas pequeñas costumbres domésticas pueden ayudar a mantener el contacto con la realidad y especialmente en un matrimonio, sirve recordar a ambos que no obstante todo, siempre se es el mismo y nos ama como el primer día.
Wikimedia Commons / Kjetil Ree
El testimonio tangible de aquello que estamos describiendo es la pareja millonaria formada por Bill y Melinda Gates - si, propio aquella de Microsoft y de la ya conocidísima fundación de beneficiencia. En una entrevista a la revista Business Insider, Melinda ha hablado de la unión con el marido, del modo en que se han conocido en 1987 cuando ella entraba a ser parte de la empresa y de su matrimonio que dura ya desde hae 25 años.
Bill y Melinda tienen tres hijos y su relación no ha sido siempre perfecta o idílica. Estar casada con uno de los hombres más ricos e importantes del planeta, constantemente empeñado en proyectos de trabajo, quiere decir sobre todo estrés, soledad y depresión.
A mantenerlos juntos sólidamente por todo este tiempo, además del amor, el respeto y el juego de equipo, han sido también las pequeñas costumbres de la casa que han decidido de no perder jamás. Luego de otras dos décadas, casi cada noche los dos se encuentran después de la cena lavando los platos juntos, discutiendo el día, intercambiando algunas risas, concentrándose sobre una acción simple y banal.
Esta costumbre maravillosa ha funcionado mejor de cualquier terapia de pareja - servía a no hacer perder de vista las raices, el origen de todo, a tener vivo aquello que muchos después de un poco dan por obvio, o sea lo otro.
Bill & Melinda Gates Foundation
No existe una fórmula mágica para la felicidad y para un matrimonio duradero, se necesita fuerza, coraje y capacidad de compromiso. Aquello que cuenta luego es encontrar un espacio y un tiempo que se pueda siempre compartir cada día, incluso solo por pocos minutos, una fracción de día que se proyecta desde todo aquello que corre veloz y que distrae de las cosas esenciales.
Cuidar pequeñas y sanas costumbres como beber un café juntos, hacer una caminata, cocinar, etc. sirve para renovar cotianamente la promesa hecha un día lejano, mirando al otro en los ojos y viendo la misma persona con la cual se ha elegido de transcurrir la existencia, hace mucho tiempo.
