"La cura para el dolor está en el dolor mismo": aquello que te hiere te está ayudando a sanar

por Patricia Zorzenon

17 Julio 2019

"La cura para el dolor está en el dolor mismo": aquello que te hiere te está ayudando a sanar
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Parecerá paradójico, pero el dolor que probamos en algunos momentos de la vida, a continuación de una fuerte discusión, por ejemplo, es aquello que en realidad nos está ayudando a superar aquel dolor. "La cura para el dolor está en el dolor" dice una vez Rumi, un famoso poeta persiano que con su sabiduría ha querido revelarnos el secreto para afrontar el dolor.

Cuando en medio de una discusión nos sentimos atrapados con palabras que aparentemente no tienen nada que ver con nosotros, tendemos a reaccionar de manera violenta y exagerada porque en realidad nos sentimos que estamos vivos; se trata de una reacción inconsciente que nos empuja a responder al dolor con rabia y en el peor de los casos, a inculpar a los demás sin reales motivaciones. Pero todo aquello es solo la punta del iceberg: una primera manifestación de una herida interior bien profunda y que todavía no logramos bien enfocarnos en ella.

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¿Pero en que sentido el dolor es la cura para el dolor? En el sentido más antiguo del término: es como una pequeña dosis de "veneno" que permite de crear un antídoto a medida. El dolor se vuelve, entonces, el punto de partida para nuestra sanación; es la herida interna, escondida por años, que requiere la justa cura para poderse sanar. Obviamente, esto es solo un artículo y no tiene la presunción de resolver cuestiones ligadas al dolor interno de cada uno, para ello, necesitan diferentes sesiones de psicoterapia o igualmente, la ayuda de un especialista. Aquello que podemos hacer, de hecho, es ofrecer informaciones sobre 5 tipos de heridas primarias que, en la vida, pueden insidir en nuestra existencia: el abandono, el rechazo, la humillación, la traición y la injusticia.

Para reconocer el camino a seguir, se puede partir desde el darse cuenta de cual herida se está sufriendo.

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El abandono: es una herida antigua que se origina probablemente durante los primeros años de vida, cuando nuestra existencia está totalmente aferrada a aquella de algún otro que tiene el deber de cuidarnos a nosotros: nuestros padres. Si sufres de esta tremenda herida, quizás, tienes miedo a la soledad, de ser dejado solo y buscas en los demás el apoyo y la necesidad de afecto visceral, para colmar el vacío que llevas dentro.

El rechazo: incluso esta es una herida antigua, que hunde sus raices a nuestro pasado. El hombre siempre ha vivido en comunidad y por miles de años estar excluido (ser excluido de la propia familia o de la propia tríbu, por ejemplo) significaba morir. ¿Que cosa les comunica hoy esta herida? Del hecho que no nos sentimos dignos, nos sentios desvalorizados y excluidos; pensamos que,en el fondo, no merecemos el afecto de los demás y que "no valemos nada",  ¡nada más perjudicial pensarla de ese modo! Incluso tu pasado te ha llevado a formular estos pensamientos venenosos por ti mismo, llevándote a creer que para merecer vivir deberías hacer cualquier cosa.

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La humillación: es una herida ligada al juicio. Significa que alguno te ha humillado, apuntándote con el dedo en contra y restándote valores ante los ojos de los demás. Es una herida que pesa mucho sobre la propia autoestima y que puede llevarte en dos direcciones: criticar a su vez a los demás, o vivir tu vida sintiéndote inferior o equivocado, viviendo tu tiempo en función de aquello de los demás.

La traición: ¿se recuerdan cuando de pequeños les decían "vení que no te hago nada" y luego partía un cachetazo como castigo? Muy bien, este es el primer paso para instalar en el niño el miedo de confiarse. Si ya desde niños conocemos el engaño, comprenderemos que no podemos esperarnos nada de bueno en la vida incluso respetando las reglas, nos encerraremos en nosotros mismos. La desconfianza en el otro nos empujará a querer tener todo bajo control, a ser sospechosos y cínicos.

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La injusticia: es una herida que se activa desde niños a través de las críticas, la frialdad y la intolerancia. En este modo, el niño desarrolla un excesivo sentido del deber, por la cual obedecerá siempre a la regla "antes el deber y luego el placer", hasta cuando descubrirá que los deberes no terminan jamás. Quien sufre de esta herida en general es un perfeccionista: si eres perfecto en todo y para todo, no podrás jamás ser regañado, es esta la táctica, quebrar, que busca de llevar adelante a quien cree de ser perfecto.

Entender de que cosa habla tu dolor es el primer paso adelante para lograr sanar. Las heridas interiores pueden agregar a tu persona peligrosos filtros que pueden empujarte a probar emociones y pensamientos disfuncionales, que te llevarán a actuar en mal modo y a vivir tu vida eternamente "en alerta". Pero, mirando dentro de ti y buscando de comprender a fondo el origen de tu malestar, te hara interpretar el justo camino para una sanación verdadero y duradero

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