Las hermanas son mucho más que amigas por la piel, son dos cuerpos y un alma
La relación entre hermanas no es siempre idílico, a menudo puede crecer en la recíproca rivalidad y no florecer en aquella magnífica forma de afecto que solo quien tiene en común recuerdos y experiencias desde cuando tiene memoria, puede presumir de poseer. Sin embargo cuando este amor sigue su curso natural, se vuelve un recurso precioso, un sentimiento que va más allá de la mejor amistad de este mundo, como si en dos diferentes cuerpos, se compartiera la misma alma.
Pocas amigas pueden decir de ser muy unidas como dos hermanas, dotadas de increible comprensión y sensibilidad, tanto de percibir cada una el estado de ánimo de la otra, el dolor, la alegría, los pensaientos y las preocupaciones.Nada de sobrenatural o de aquella simbiosis que de norma se atribuye a los "gemelos", sino simplemente de una empatía profunda, madurada y desarrollada entre infancia adolescencia y madurez.
Dos hermanas se protegen mutuamente, conocen recíprocamente debilidades y puntos de fuerza, saben ser la fuente de mayor motivación, pero también los juicios más severos y despiadados, todo solo para el bien. Saben decir las cosas justas en el momento justo, incluso si no es siempre agradable escuchar aquellas palabras. Son y serán siempre una extensión de la propia familia que no nos hace sentir jamás solos, incluso cuando los padres no esten más.
Aquella entre hermanas es una relación especial, única en su género, no privada de desencuentros, pero casi siempre con el final feliz de un abrazo. No es fácil describir con palabras la percepción de seguridad y protección que da el saber que allá afuera de alguna parte está la mitad de la propia alma, pronta a dar alivio y apoyo en cualquier situación y contexto. Tener y ser una hermana es ya sea un regalo que una responsabilidad, pero en cada caso una experiencia extraordinaria, ¡que no es comparable con nada!
