Enseñar el respeto: una psicóloga individualiza las 3 llaves para instaurar una relación sana entre padres e hijos

por Patricia Zorzenon

01 Noviembre 2019

Enseñar el respeto: una psicóloga individualiza las 3 llaves para instaurar una relación sana entre padres e hijos
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Hemos visto nuestra infancia con la absoluta certeza que cualquiera que fuera más grande que nosotros era respetado siempre y de todos modos. El respeto para los adultos no era una elección, sino un deber que nos inculcaban nuestros padres. ¡Y atención a desobedecer las expectativas!

En el último decenio se ha asistido a un profundo cambio en mérito de la educación infantil, tanto que el concepto de respeto, muchas veces, choca con la libertad de expresión, transgresión o afinidades.

¿Pero cómo hacemos para obtener el respeto de los niños sin recurrir al miedo?

via Psychology Today

Flickr / AngryJulieMonday

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Para enseñar el respeto a un niño no se le debe por fuerza recurrir al miedo. ¿Pero cómo hacer? Nos lo explica la psicología, en particular el estudio de la psicóloga Tina Gilbertson, que se detiene exactamente sobre la dinámica respeto-familia. Partiendo de la presuposición que el respeto no se impone en ningún modo sino que se observa, la Doctora Gilbertson individualiza tres llaves para instaurar una relación sana y profunda entre padres e hijos.

1. COHERENCIA: La primera llave para una correcta interacción con los hijos es la coherencia. Coherencia entre el actuar y el decir. Ser personas que respetan vale más de mil palabras, porque los niños nos observan y aprenden de nosotros y de nuestros comportamientos efectivos.

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2. ESTABLECER ÓRDENES: El niño tiene necesidad de límites y seguridades y de entender e individualizar la autoridad. Esto no quiere decir ser autoritarios en el sentido estrecho, asustando a los niños, se trata más que todo de enseñarles que hay igualmente límites de respetar según las situaciones.

3. LA RECOMPENSA: La cuestión de la recompensa es muy debatida. Según la psicóloga, incluso, es fundamental que la misma esté ligada a comportamientos positivos. Si recompensamos siempre al niño incluso allí donde no haya hecho ni siquiera un esfuerzo en mejorar un comportamiento irrespetuoso, les estamos enseñando que puede obtener lo mismo todo y que quizás el respeto no es tan importante.

Y aquí, justamente, regresa la cuestión de la coherencia.

Cierto, no siempre es fácil, pero esforzarse para crecer adultos mejores vale seguramente la pena.

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