Un joven de doce años ha perdido la vida porque en la escuela se le ha confiscado su inhalador para el asma
Afrontar la pérdida de un hijo debe ser una experiencia angustiosa para cualquier padre, pero cuando la pérdida es debida a motivos inútiles y evitables, a la desesperación se le agrega una rabia indescriptible. Aquella misma rabia que debe haber sentido Sandra Gibbons, una mamá canadiense, al conocer que su hijo Ryan le vino a faltar durante un día normal de escuela a un ataque de asma que podía ser muy bien evitado.
via CBC.ca
La escuela en la que iba Ryan, en Ontario, tenía reglas muy severas respecto al inhalador para el asma. Cada niño podía tener solo uno, que era guardado en la oficina del director. Muchas veces Sandra había probado de pedir que las reglas fueran modificadas enviando notas del médico, pero el personal escolar no quiso saber absolutamente nada. Es más, había ocurrido en varias oportunidades que confiscaron los inhaladores de reserva que Ryn llevaba consigo, llamando luego a la madre para que fuera a recuperarlos.
Un día Ryan, mientras jugaba con los compañeros en el patio, fue sorprendido por un ataque muy fuerte. El niño de 12 años le dice de inmediato a sus compañeros que no se sentía bien y probablemente comenzó a entrar en pánico. Todos alrededor de él se pusieron nerviosos y comenzaron a correr locamente para llevar a Ryan a la oficina en donde se encontraba el inhalador. Los momentos fueron agitados y confusos y la mamá no ha sabido nunca en detalle que cosa había sucedido: la única cosa cierta es que Ryan llegó a esa oficina demasiado tarde, muerto por una enfermedad que si bien era incurable, podia haber estado tranquilamente bajo control gracias a su inhalador.
Después de haber metabolizado el dolor, que apenas imaginamos debe haber sido enorme, la mamá Sandra, de hecho, ha decidido transformar el evento trágico en una ocasión de mejoramiento. Ha emprendido una dura batalla para modificar las reglas escolares de la escuela, con el fín que todos los jóvenes asmáticos pudieran llevar consigo siempre los propios inhaladores y no se corrieran el riesgo de morir más por una enfermedad tan insidiosa y subestimada.
