Escuchar sin juzgar: la importante lección de vida del zorro de "El Pequeño Principito"
Así como hay diferencia entre mirar y ver, también sentir y escuchar son cosas muy diferentes entre ellas. La primera toca solo la capa superficial y como un sonido que viene estrictamente percibido, la segunda involucra la atención de manera profunda.
Preguntar a alguien cómo está, cómo se siente, es a menudo una formalidad, pero pocos demuestran verdadero interés en la respuesta. Saber escuchar es un don raro porque implica estar libres de preconceptos y de la tentación de juzgar.
La psicóloga Angela Duckworth ha desarrollado una investigación entrevistando a miles de adolescentes americanos, donde se les ha pedido de describir el propio estado emocional. En un segundo momento ha asignado la misma tarea a los maestros de los mismos jóvenes, cruzando luego los datos recogidos.
via British Journal of Developmental Psychology
Ha surgido una notable discrepancia entre la informaciones registradas en primera instancia y aquella referida de los docentes, desmostrando de hecho que la capacidad de expresar aquello que se tiene adentro varía mucho también en relación al grado de atención, de implicación y de interacción con el interlocutor. El error en este tipo de intercambio es presumir de conocer ya la respuesta antes de hacer la pregunta, invadiendo más el espacio dedicado al libre desahogo, con los propios consejos, las propias indicaciones, incluso sin que haya sido pedido.
Una importante lección de escuchar sin prejuicios puede venir del libro El pequeño principito de Antoine de Saint-Exupéry y en particular del diálogo entre el protagonista y uno de los personajes encontrados a lo largo de su camino, el Zorro. El principito, triste por haber descubierto que su rosa adorada es solo una entre tantas, le pide al zorro de jugar con él, pero le responde que no puede hacerlo porque ninguno lo ha domesticado y hecho"suyo".
El Pequeño Principito entonces entiende que cosa hace que la rosa sea especial entre todas las otras: el hecho que él la ha cultivado y le ha dado amor. En aquella situación el Zorro se limita a escuchar y discutir, sin expresar su opinión, pero dejando al principito el tiempo y el espacio de llegar solo a su revelación. Si se desea de verdad tocar el alma de alguno, en el fondo basta solo tener la mano firme y dejar que sea él a acercarse.