Cuando perdemos a las personas más amadas podemos continuar a sentirlas por siempre junto a nuestro corazón

por Patricia Zorzenon

13 Octubre 2019

Cuando perdemos a las personas más amadas podemos continuar a sentirlas por siempre junto a nuestro corazón
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Casi todas las culturas y las religiones conciben una vida después de la muerte, son unidas de la idea que también cuando las personas amadas no están más conservan una conexión con quién pertenece todavía a este mundo. Que se crea o no, que se tenga o menos fe en alguna cosa sobrenatural, de divino, de misterioso, aquellos que nos han amado y al cual hemos querido bien no desaparecen jamás del todo, sino que continúan quedando al lado en un modo o en el otro.

via Science Norway

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Somos nosotros a dar valor y significado a todo aquello que sucede o no sucede, a las cosas que ocurren cotidianamente o en determinadas circunstancias, vislumbrando en ellos señales a través de los cuales los que se han ido nos hablan y nos guían en el camino. Las personas que tienen contacto de más y que lamentablemente han venido a faltar, a veces aparecen en sueños, o se percibe su acercamiento, de hecho el perfume suyo, como si quisiera hacernos saber que continúan velando por nosotros.

Queriendo encontrar una explicación más racional y menos mística de todas las posibles manifestaciones de los difuntos, se puede hablar de simple afinidad, de rasgos de la personalidad que han quedado esculpidos dentro y que emergen en particulares situaciones.

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A menudo nos comportamos en un modo, se dicen o hacen cosas porque es exactamente la manera que ha sido transmitida de los padres, abuelos, parientes, amigos o parejas. El solo hecho que no se atribuya un valor espiritual a todo esto, no disminuye su importancia, porque quiere decir que aquellas personas adoradas son todavía parte de nosotros. 

Se puede pensar que un padre o una madre nos tengan por la mano incluso desde un lugar lejano, haciendo que su esencia permanezca como los ángeles custodios. O se puede reconocer aquellos rostros en los mismos rasgos del propio rostro, su voz en la propia, sus enseñanzas en los valores en los que se cree y que se busca transmitir a los hijos. Igualmente como se lo quiere ver hay siempre un hilo conductor, una chispa de vida que continúa dentro de otra, piezas de memoria, de corazón y de alma que no dejan de estar jamas.

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