La unión que se crea entre una madre y una hija, en el bien o en el mal, puede marcar toda una vida

por Patricia Zorzenon

24 Septiembre 2019

La unión que se crea entre una madre y una hija, en el bien o en el mal, puede marcar toda una vida
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Especial, único, inmenso es el afecto que une madre e hija, una unión que crece y evoluciona con el pasar de los años, que cambia quedando siempre el mismo y que dura para toda la vida.

Aquello que hace particular esta conexión es descubrir con el tiempo que cosa quiere decir ser mujer antes y padres después, cuando llega el propio turno de convertirse en madre. Nada en el mundo resume a expresar mejor el sentido y el ciclo de la existencia, con la única constante del amor.

via psychologytoday.com

Unsplash

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No se deja nunca de ser hija, ni siquiera de adultas, cuando se tiene una propia familia, propias responsabilidades, un propio camino. Hasta que una madre tiene respiro no cesa de ser el punto de referencia, el centro de todo, el equilibrio, la fuerza y el ejemplo de seguir.

Desde una madre una mujer aprende la paciencia, el sacrificio, el significado de dedicación incondicional, de coraje y de voluntad incansable. No importa cuantos años hayan pasado sobre el calendario, porque entre los brazos de una madre se puede encontrar siempre alivio y saber que todo irá bien.

A veces esta misma relación tan profunda y sincera resulta también difícil, se vuelve fuente de confrontación y de enfrentamiento, pero cualquier conflicto viene igualmente superado. Una madre es el modelo de copiar, el horizonte de llegar, la heroína que desde siempre ha luchado para hacer todo un poco más fácil, un poco más liviano.

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Dave Parker/Flickr

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Para una hija la madre es la casa, la raíz, el refugio de cualquier mal y cuando los inviernos transcurren haciéndola más pequeña y frágil, se desea verla serena, feliz y devolver 100 veces todo aquello que se ha recibido.

Una hija no sentirá nunca de haber agradecido suficiente quien le ha enseñado a ser la mujer que es, pero la verdad es que no tiene alguna necesidad de hacerlo. Aquel amor infinito, nacido el día que sus miradas se cruzaron por primera vez, no se romperá jamás y ningún tesoro puede valer tanto como todo esto. Dedicado a todas las madres, de todas las hijas que no dejarán nunca de serlo.

 

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