Un perro recorre cada noche varios kilómetros para buscar comida y llevársela a su familia
La perra Lilica fue abandonada frente a un vertedero en uno de los suburbios más pobres de San Paolo en Brasil. Allí, luego del abandono, forma una nueva familia compuesta de diferentes animales, entre los cuales gatos, perros y de hecho gallinas, vivían en una comunidad muy unida haciendo las cuentas todos los días con la pobreza. Cuando llegó la primera cachorrada, de hecho Lilica no tiene más elección: era su tarea procurar la comida y para hacerlo debía aventurarse muy lejos de su nueva casa.
via dailymail.co.uk
Caminando varios kilómetros sobre calles desconocidas y peligrosas, Lilica llegó cerca a la casa de la profesora Lucía Helena de Souza, una animalista convencida. La mujer dio por obvio que la perra era de la calle y le ofreció comida. Lilica lo apreció mucho y comenzó a regresar cada noche por su reacción; muy pronto entre ellas se instauró una rutina cotidiana: cada día la mujer cocinaba una porción extra para Lilica y se encontraban alrededor de las 21 hs. para intercambiar alguna caricia y una comida caliente. Incluso, confirma la profesora, había un detalle en el comportamiento del perro que un día la asombró.
No obstante estuviera muy hambrienta, Lilica a un cierto punto deja de comer, toma el recipiente de la comida y se va, desparramandolo a lo largo del camino. Así es que la profesora quiere hacer una prueba: luego que ella comió un poco, hace un nudo en la bolsa. Luego de pocos segundos Lilica toma la bolsa y se va como hace siempre.
Ahora era obvio que el comportamiento no era casualidad, pero ¿cual era el motivo? ¿Donde llevaba Lilica su precioso botín?
Lucia Helena de Souza decide un día de seguir a la perra para resolver el misterio y descubre una cosa que le partió el corazón: aunque si tenía hambre, Lilica comparte la comida con toda su familia.
El perro había tomado aquella costumbre en el período en que estaba amamantando a los cachorros, pero también despues que ellos habían sido adoptados continuó a llevar adelante esta conmovedora costumbre. Igualmente ya sus amigos perros, gatos y de hecho las gallinas contaban sobre este valioso plato de comida y ella incansablemente iba y volvía cada noche para garantizarlo.
Inútil decir que la noticia, una vez difundida en toda la zona, no pudo no lograr un fuerte sentimiento de admiración. A menudo de hecho estamos acostumbrados a referirnos a los animales como seres guiados solo del instinto de supervivencia, pero nos olvidamos que logran demostrar una solidaridad de la cual muchos seres humanos harían bien a tomar como ejemplo.
Un aplauso entonces a Lilica, su corazón grande y a todos los amantes de animales como la profesora Lucia Helena de Souza que ha tomado cuidado de ella.