No olvidar nunca las manos que te han crecido: son aquellas que te sostendrán siempre

por Patricia Zorzenon

22 Octubre 2019

No olvidar nunca las manos que te han crecido: son aquellas que te sostendrán siempre
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Cuando eres madre comienzas a realizar concretamente todo aquello que tu mamá ha hecho y probablemente todavía está haciendo, por tí y tu familia. Ser mamá te cambia para siempre y cambia también la perspectiva con la que miras el mundo. Se te cierran los ojos y logras ver nítidamente la grandeza de quien te ha crecido con amor y sacrificios. Las manos de una madre no se olvidan nunca porque son aquellas que todavía hoy te sostienen.

via Scientific American

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Las manos de una madre son las primeras a la cual anclarse, a las que aferrarse en los miedos y en las dificultades. Son también las manos de los no, y de los almuerzos preparados, del "no te ensucies" y de "un día cuando serás madre entenderás". Y ahora finalmente podemos entender el porqué de tantas cosas, de tantos pequeños y grandes gestos que día tras día nos han guiado y acompañado en el crecimiento.

Ahora nos damos cuenta de cuanta dificultad y cuantos sacrificios se encerraban detrás de aquellas elecciones que tanto nos daban fastidio, ahora vemos que también el más pequeño gesto como el lavar los dientes fuese un gesto de amor cotidiano y constante. Una mamá es el primer héroe de un hijo porque, también allá donde parece detenerse porque ha debido dejar el trabajo y no ha debido buscar dos porque ha quedado sola, no se detiene jamás. Y no deja nunca de ser mamá ni siquiera cuando los hijos crecen y las hijas a su vez se vuelven mamás, porque ellas continúan a serlo con aquellas mismas manos llenas de amor y de cosas de hacer y de dar. Están siempre presentes incluso con los nietos y hasta hoy continúan a pensar siempre antes en los demás.

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Estas mamás son de verdad únicas, tienen siempre los brazos abiertos y las manos prontas para acoger a todos. Tienen mil soluciones y logran estimularlos y consolarlos incluso frente a las dificultades, porque ellas no se rinden nunca y no se rendirán jamás.

Las manos de una madre no se olvidan nunca y su calor se conserva para siempre celosamente en el corazón, y exactamente cuando te conviertes en mamá, deseas de poder ser para tus hijos aquello que aquellas manos representan todavía para ti.

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