Estoy aprendiendo que no debo por fuerza reaccionar siempre a todo aquello que me hace mal

por Patricia Zorzenon

08 Diciembre 2019

Estoy aprendiendo que no debo por fuerza reaccionar siempre a todo aquello que me hace mal
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A veces, cuando una persona nos trata mal o cuando sufrimos ofensas que nos hieren en lo profundo, nos vienen ganas de intercambiar aquellas maldades, reaccionando, aunque por impulso, a quien ha causado tanto dolor. En realidad, se trata de una reacción absolutamente normal, para muchas formas humanas, pero seguro no siempre útil como objetivo de una tranquilidad real.

La "satisfacción" que podemos probar reaccionando o en algún modo, emparejando las cuentas, es de hecho solo un bienestar momentáneo, un gasto de energía que al final no logra hacernos madurar de verdad.

via Psychology Today

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Ser maduros, de hecho, significa incluso no reaccionar por fuerza a todo aquello que nos da fastidio, no dar patadas a cada piedra que se nos pone adelante y que obstaculiza nuestro camino, pero aprender incluso cuando sea posible, a evitar los problemas, mostrando al mundo que estamos en grado de ser más elevados de quién nos ha hecho mal.

Buscar a cualquier costo de "vencer" sobre alguno es en definitiva, una pérdida de tiempo y cansancio, que al final puede dejarnos solo con un gran sentido de vacío. En aquellos momentos, empeñados con nosotros mismos a encontrar la lección más apta de dar a quien nos ha herido, arriesgamos literalmente de secarnos y estamos ciegos frente a todo aquello que tenemos alrededor, cosas buenas incluidas.

A menudo, entonces, no decir nada, ir más allá y practicar la indiferencia hacia quien de seguro no entenderá jamás nuestras razones es el mejor camino para preservar nuestra sacrosanta tranquilidad. Si es aquella la cosa de la cual, más de todas, tenemos necesidad, ¿porque no comenzar a ponerla en práctica de verdad? Además, se trata primero de todo de amarse a sí mismo, acto con la cual nos construimos la armadura más fuerte contra las personas que buscan de hacernos mal.

Cierto: no será siempre fácil adoptar este comportamiento, pero probar cambiar de estrategia, en medio a tantas desilusiones, de seguro no nos costará mucho. si lograramos nuestro intento, de hecho, felicidad y tranquilidad nos agradecerán.

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