Una carta para las mamás trabajadoras, que abrazan a los hijos de regreso a casa y olvidan cada sacrificio
El trabajo de la mamá está absolutamente de considerarse una profesión a tiempo pleno; criar y cuidar de un bebé es al mismo tiempo una de las cosas más tiernas y satisfactorias del mundo, pero también una verdadera y propia cruz y delicia; pero todos los esfuerzos al final son siempre pagados al final de un cansador día por la sonrisa inocente de vuestro adorado bebé. La carta que les proponemos está dedicada a todas aquellas madres trabajadoras que se bifurcan literalmente para cuidar el sustento de la familia y el cuidado del propio pequeño.
Tienes una madre que trabaja,
Me toca a mí faltar por algunas horas,
Te toca a tí confiarte de alguien que no sea yo,
Tenías que mirarme con ojos que no entienden mucho lo que sucede cuando entro por la puerta,
Era mi turno el de salir de casa con un nudo en el estómago y los ojos llenos de lágrimas,
Era mi turno el de ver tu carita confundida cuano he atravesado la puerta para salir,
Era tu turno de estar afuera todo el día sin verte volver al sonar del timbre,
Era mi turno de conseguirte la leche que deberías tomar cuando me habrías visto de nuevo.
Ha sido tu turno en dejar de jugar para mirar afuera de la ventana o de la puerta porque "mamá está llegando",
Ha sido mi turno por hacerme faltar al trabajo con una fuerza tal que no habría nunca pensado de querer volver a casa teletransportándome.
Ha sido tu turno de sonreír como nunca antes cuando me ves llegar, con aquella boca con poquísimos dientes,
Era mi turno de soplar sobre tu pancita suave cuando te encuentraba.
Lo hemos entendido los dos.
Los sacrificios son tantos.
Pero el momento del abrazo cuando vuelvo a la noche lo vale todo.