Creyendo de haberla perdido para siempre, después de 38 años han encontrado su tortuga entre el polvo de los estantes
El primer amor no se olvida jamás y ni siquiera el primer animal doméstico, nos atreveríamos a confirmarlo. Que haya sido un perro, un gato o una tortuga, quedarán para siempre indelebles en nuestra mente los recuerdos del tiempo transcurrido en la juventud con aquel animalito doméstico. Sabe algo Leandro Almeida y su familia, que en el 1982 había imprevistamente perdido "para siempre" su tortuga doméstica de nombre Manuela. En ese tiempo Leandro era solo un joven y estaba muy encariñado con el animal.
via TV Globo
En 1982 la casa de los Alemida que vivían en Realengo, en Brasil, estaba en fase de restructuración por eso repentinamente la tortuga Manuela había desaparecido de la casa, probablemente "escapada" de la puerta abierta del edificio sin nunca regresar. Los padres de Leandro tuvieron con el tiempo que consolar al niño diciéndole que probablemente era mejor así para la pequeña Manuela, visto que había "regresado a la Naturaleza" de donde había venido. Pero Leandro no tenía consuelo.
El tiempo pasó, Leandro se convirtió en padre de familia, sus padres lamentablemente lo dejaron por causa de la vejez y así llegó el momento para él de volver a la vieja casa de sus padres para intentar de poner en su lugar un poco de cosas. Al mismo tiempo, los años habían pasado, pero Leandro no había jamás olvidado todo sobre su Manuela, el primer animal doméstico que había poseído en su vida...
Mientras tenía la intención de desprenderse de viejos y polvorientos objetos del padre, que con los años había acumulado en manera casi serial, se da cuenta de una cosa que no podía creer absolutamente: entre los grandes montones de cosas de la casa, un vecino afirmaba de haber visto también...¡una tortuga! Leandro palideció ante la declaración del vecino, no podía creer que Manuela haya quedado allí abajo por unos 38 años sin que ninguno se diera cuenta jamás, finalmente, había regresado a casa!
Probablemente Manuela había sobrevivido allí por al menos tres décadas alimentándose de las numerosas termitas que poblaban la casa polvorienta de los Almeida; ahora, Manuela ha vuelto finalmente a su viejo patrón y está ya haciendo conocidos de la nueva familia...¡de generación en generación!