Algunas buenas razones para evitar que los demás cuenten demasiado con nosotros y vivir más sirenos
En la época en que todo, al instante, es compartido y expuesto a la visión y a los comentarios del mundo entero, la palabra "confidencialidad" seguro ha perdido una buena parte de su significado. Son pocas, de hecho, las personas que hoy logran mantener bien separada la esfera pública de aquellas personales. Cómplices incluso son los modernos medios de comunicación, las redes sociales que, si no son usados con juicio y la justa atención, nos exponen a nosotros y a todos nuestros hechos personales a una constante violación de la privacidad.
No estamos exagerando: basta mirarse alrededor para entender que es exactamente así. Hablar demasiado de sí mismo, ponerse en muestra, sin embargo, es un riesgo que no se corre solo en "digital": es un aspecto de nuestras relaciones que siempre es bueno tratar de evitar, aunque si pensamos de hacerlo de buena fe. El motivo es simple: no hablar demasiado de nosotros nos hará vivir más felices.
via Medium.com
No se trata de asocialidad o de cierre: lamentablemente, quizás por el ansia de relacionarse o hacerse aceptar, a menudo se tiende a ir más allá de los límites privados que en cambio sería mejor no traspasar cuando hablamos con los demás. Si tenemos de frente a una persona sincera, amiga o novia, esto no debería representar nunca un problema. El riesgo, sin embargo, es una emboscada cuando ponemos nuestros secretos y nuestras informaciones en manos poco seguras.
¿Que cosa sucede en aquel punto? Nos exponemos a posibles de boca en boca y a posibles críticas más o menos inútiles, es decir en grado de pintar una imagen de nosotros que no ha sido suficientemente evaluada y ponderada, pero quizás se basa sobre suposiciones o evaluaciones apresuradas, hechas para juzgar y para poco más.
Detalles, informaciones no pedidas, confidencias: no estamos absolutamente diciendo que es equivocado tener confianza en el prójimo y hablar sinceramente. A veces se necesita solo elegir con cuidado a las personas con la cual hacerlo, o sea, que merece esta apertura nuestra. Se arriesga incluso de no dejar el justo espacio a quien tenemos en frente, que quizás es dominado por nuestros problemas mientras en cambio tendría necesidad de confiar los suyos.
Lamentablemente no todos, en el mundo allí afuera, son nuestros "amigos". Es más, las personas que podemos considerar tales de verdad, en el arco de una vida se cuentan con los dedos de la mano. Por eso, mantengamos nuestros pensamientos más profundos para quienes sabemos no sentirán envidia o frustración, quizás bajo una "máscara" de sonrisas y falsedades. Es hermoso compartir la felicidad, pero eso no significa que todos sean confidenes.
En el fondo, se trata solo de asumir los comportamientos más astutos y abandonar a otros tal vez vinculados a una necesidad continua de comunicarse y socializar. Alimentar una cierta "aura de misterio" con los demás y aprender a abrirse con quien es de verdad confiable, es un modo para vivir mejor, aunque si a veces puede parecernos una invitación al cierre. Así no es, porque los errores de evaluación, sobre las personas, pueden ocurrir: está en nosotros decidir si protegernos de malas sorpresas.