Un perro entra en la iglesia durante la misa: el sacerdote no lo hecha y comienza a jugar con él
Existe un proverbio popular que dice "ser afortunados como un perro en la iglesia". Obviamente el significado es deliberadamente irónico. Las pobres bestias de hecho, desde tiempos muy antiguos, no siempre han sido vistos con buen ojo en los lugares de culto y a menudo los echaban.
Puede ocurrir, sin embargo, que algunos sacerdotes no toleren la intrusión de un animal considerado quizás sucio y portador de desastres en contextos sagrados y litúrgicos. Sin embargo, por suerte, cada tanto alguno de ellos recuerda que la tolerancia y la hospitalidad son virtudes básicas del mensaje religioso cristiano, propio como ha hecho el sacerdote de la cual estamos por hablarles.
via Paroquia Nossa Senhora dos Dores
Lo que ha sucedido en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, en Brasil, ha sido capturado en un video que se volvió viral. Durante una normal función religiosa, un perro abrió camino entre los bancos y los fieles en oración. Después de haber saltado por un poco de aquí y allá, mordizqueando algunas flores, se dirigió tranquilo hacia el altar. Pero aquí el sacerdote, Don José Geraldo Sobreira, no ha decidido de echarlo en mal modo, sino de recibirlo como merecía.
El sacerdote ha respondido a la vivacidad del perrito jugando con él, sin enojarse porque le estaba tironeando afectuosamente la sotana. La dulzura y la simpatía del hombre de fe ha sido de verdad recomendable. En vez de enojarse por un imprevisto trivial ha reaccionado con ironía y alegría mostrándose gentil como un verdadero amigo hacia el gracioso perrito.
Poco después ha sido encontrado el propietario del perro. Se trataba de un anciano enfermo de Alzheimer que lo había perdido horas antes. En general los animales no son admitidos en la iglesia porque pueden crear confusión o ensuciar, pero el decoro y la humanidad son cuestiones diferentes.
Quien cree en la benevolencia de Dios debe transformar la propia existencia en la manifestación tangible de aquel amor. Ello se traduce en el respeto hacia cada criatura, porque celebrar la vida es un acto de fe potente que tiene mucho valor que tener en orden cuatro paredes.