"Yo no ayudo a mi mujer": un marido da una lección de vida a los hombres que no participan en la vida doméstica
Una justa y equitativa repartición de las tareas domésticas en el interno de una pareja, casada o no, parece ser la base de partida sobre la cual una relación puede desarrollarse de manera sana y sin algún tipo de rencor. Se trata de un tema que, lamentablemente, no es tan obvio, respecto a la categoría masculina, a menudo y con gusto, deja realizar las tareas de la casa a la propia mujer o compañera. Ciertamente no es la regla y estamos seguros que muchos novios, compañeros y maridos cuidan de la casa y de los hijos exactamente como sus compañeras. Muchos casos, sin embargo, cuando el hombre lava los platos o limpia los pisos de la casa, se siente con el deber de recibir agradecimientos por su trabajo realizado, no entendiendo en realidad que su contribución a la causa no debe ser una simple "ayuda" a la mujer, sino un acto natural en la vida de pareja. Lo explica mejor John Hoxie, marido y padre devoto, en una carta.
John Hoxie ha contado en una anécdota muy clara en una carta abierta que ha querido compartir en la web. Una anécdota que se refiere a la relación con su mujer. El hombre ha detallado como una noche había un amigo en la casa, invitado a cenar y a un cierto punto les ha dicho: "Disculpen 5 minutos, lavo los platos y vuelvo". El amigo lo miró como si John le hubiese dicho que iba un momento a construir un misil y luego agregó perplejo: "Ok. estoy contento que ayudes a tu mujer, yo en general no lo hago nunca porque las veces que me ha pasado de darle una mano no recibí jamás algún agradecimiento. Por ejemplo, el otro día he lavado el piso, pero ella no me ha dicho ni gracias". Frente a tales afirmaciones, John ha considerado oportuno explicarle al amigo la realidad de las cosas.
"Yo no ayudo a mi mujer" he comenzado a explicarle a John, "mi mujer no tiene necesidad de ayuda, tiene necesidad de una pareja. Yo estoy a su lado también haciendo las tareas de la casa, tanto que hay tareas divididas". Si servían algunas otras palabras para hacer claro el concepto, aquí está: "No ayudo a mi mujer a limpiar la casa, porque vivo también yo en ella y debo limpiar como corresponde. No ayudo a mi mujer a cocinar, porque también yo quiero comer y debo cocinar. No ayudo a mi mujer a lavar los platos después de haber comido, porque uso también yo esos platos. No ayudo a mi mujer en manejar a los hijos, porque también son míos y mi trabajo es ser un buen padre. No ayudo a mi mujer a lavar, planchar u ordenar la ropa, porque la ropa también es mía y de mis hijos. No soy "una ayuda" en casa...¡soy parte de la casa!". Y en cuanto a los supuestos elogios de los que hablaba su amigo, John preguntó explícitamente: "¿Y cuando ha sido la última vez después que tu mujer ha terminado de limpiar la casa, lavar la ropa, cambiar las sábanas, hacerle el baño a los niños, cocinar y tú le has dicho "gracias"?
Quizás el problema está en la base de nuestra sociedad: que hasta ahora ha pasado el mensaje equivocado que, para ciertos hombres, todo es obligación, porque se les ha enseñado que para obtener determinadas cosas no son obligados a mover un dedo.
La clave para vivir serenamente y a la par en una pareja es estar de verdad uno para el otro. El consejo de John, un hombre igualmente que ama a su mujer es justamente este: "Agradece exactamente como quisieras que te agradezcan a ti, con la misma intensidad. De la mano, compórtate como un verdadero compañero, no como un huesped que viene solo a comer, dormir, hacerse la ducha y satisfacer sus necesidades. El verdadero cambio de nuestra sociedad comienza dentro de nuestras casas: enseñamos a nuestros hijos y a nuestras hijas el verdadero sentido de comunión!".