Un perro callejero no deja de ladrar hasta que un motociclista lo sigue: quería salvar a un recién nacido abandonado
No es tan equivocado creer en frases como "a mi perro solo le hace falta hablar", ya que nuestros amigos de cuatro patas siempre han demostrado ser muy capaces y receptivos, sobre todo cuando se relacionan con los humanos. No es casualidad, de hecho, si se dice que "el perro es ciertamente el mejor amigo del hombre".
Junrell Fuentes Revilla conducía su motocicleta, recorriendo un tramo montañoso cerca de Cebu, en Filipinas, cuando de repente un perro callejero le llamó la atención ya que no podía dejar de ladrar.
El comportamiento del perro era demasiado sospechoso para echarse atrás e irse: Junrell sabía que algo no andaba bien. El hombre, entonces, se bajó de la moto e intentó seguir al animal, que parecía casi como si quería decirle algo. "¡Dale, sígueme!" parecía decir con ese ladrido. Las sospechas de Junrell estaban bien fundadas lamentablemente: el perro lo condujo a un lugar bastante aislado de la montaña que parecía una especie de basurero y allí lo dirigió hacia un pequeño bulto que se retorcía en el suelo.
Un recién nacido había sido abandonado, envuelto en una toalla marrón, en ese lugar desolado y el perro había tratado con todas sus fuerzas advertirle a alguien para que pudiera intervenir. Sin pensarlo dos veces, Junrell tomó al pequeño entre sus brazos y se subió a su moto para llevarlo a la estación de policía más cercana. Afortunadamente, el timing del perro fue fundamental ya que el pequeño todavía estaba vivo y perfectamente en salud.
La hazaña del "perro héroe" llegaron rápidamente hasta los oidos de una asociación que se ocupa de recuperar perros callejeros y ofrecerle una casa acogedora (Hope for Strays). Los voluntarios querían regresar a esas montañas con la esperanza de encontrar nuevamente a ese perro, pero descubrieron, incluso con un poco de alivio, que el animal no era un callejero: se llamaba Blacky y pertenecía a un hombre, el cual les mostró el camino para llegar a su casa. Allí, Blacky estaba acompañado de tres perros y efectivamente no era un callejero. Su comportamiento impecable, de cualquier manera, confirma un dicho sagrado: "¡no existen perros malos!".