Familia sin hogar vive acampada en un jardín: la comunidad local se ofrece como voluntaria y les construye una casa
Cuando se es progenitor se busca siempre dar lo mejor para que no le falte nada a los hijos: comida en la mesa, ropa limpia, un techo sobre la cabeza. A veces, sin embargo, las dificultades de la vida llegan a tiempo para deshacerse de cualquier sacrificio sudoroso, sin importar el esfuerzo que haya detrás. En ese caso, es necesario sacar afuera toda la fuerza que tienes para no caer en la desesperación.
Nervios bien firmes ha tenido Elaine Heighton, una madre de cuatro hijos que, de un día para el otro, se encontró en el medio de la calle después que el dueño de la casa donde vivía decidió venderla sin ni siquiera darle tiempo a idear un plan B. Esta triste historia sucedió en Tatamagouche, un pueblo de Canadá.
via Newstral
Después de tres años de haber vivido en esa casa, Elaine y su esposo Quincy nunca se habían esperado recibir una noticia como esta, sobre todo del dueño, un conocido. Al no poder hacer nada más, la pareja se puso a buscar de inmediato una casa adecuada a sus posibilidades económicas, pero, teniendo también un perro y un gato, la búsqueda resultó ser más difícil de lo esperado.
Después de haber vivido algunos días en un motel, la familia tuvo que acampar dentro de las carpas instaladas en el jardín de la madre de Elaine, al menos durante el verano. Es absurdo pensar como una familia puede quedarse sin hogar en cuestión de días.
La noticia de este triste evento llegó a los oídos de Jimmie LeFresne, miembro de un grupo que se dedica al desarrollo social y personal, los Odd Fellows. Profundamente afectado, Jimmie decidió hacer un gesto extraordinario para con ellos, con la ayuda de la comunidad entera: construirles una casa, partiendo de los cimientos.
Afortunadamente, Elaine ya había comprado una pequeña parte del terreno, entonces el lugar para construir su futura casa no faltaba en absoluto.
Sin perder tiempo, toda la comunidad se ofreció como voluntaria, desde empresas locales hasta contratistas. La casa era de 800 metros cuadrados, con cuatro habitaciones, un baño, una cocina y una sala de estar combinadas en una sola habitación. Elaine y Quincy no se debieron preocupar ni si quiera de la parte económica, porque Tatamagouche Home Hardwar propuso un buen plan para que pudieran pagar tranquilamente toda la deuda de los materiales.
Ver como su casa tomaba forma era tan emocionante para Elaine que los días lluviosos que pasaban en el medio del barro parecían ni siquiera afectarla, porque sabía que pronto tendría su casa, para toda la vida: "Tendremos un lugar cálido y seguro que podremos llamar nuestro".
Profundamente agradecida, la familia entera escribió una dedicatoria de agradecimiento a la comunidad y a los voluntarios, y la colocó frente al cobertizo de las herramientas. Quién sabe que hubiera sido de ellos sin la ayuda del pueblo entero...
Es realmente cierto que un acto de bondad nunca se da por sentado, y más grande será el gesto de amor realizado, ¡mayor será la alegría de quién lo reciba!
