Niño vende paletas heladas para ayudar a su familia pobre: su carro se rompe y un desconocido le compra todas
Cuando una persona se encuentra en una condición difícil, puede encontrar en ese momento dos tipos de personas: las que de inmediato se apresuran a ayudarlas y las que, por el contrario, pasan al lado indiferentes, sin preocuparse de manera egoísta por lo que esté sucediendo.
La historia que estamos por contarles representa seguramente el lado más hermoso de la humanidad: el protagonista es Diogo, un niño brasilero que, en un momento de gran desesperación, ha sido ayudado por dos personas buenas y amables, señal de que la empatía aún existe y que debería ser más difundida entre la gente.
Un acto de bondad
La familia de Diogo está pasando por una situación económica muy desfavorable, como consecuencia, el niño hace lo que puede para ayudarlos, vendiendo paletas heladas en los alrededores de Juz de Fora, un municipio de Brasil. Un día, el carrito que llevaba se rompió en el medio de la calle y las paletas heladas terminaron en el asfalto caliente. Al ver su carrito en esas condiciones, y asustado por el hecho que las paletas heladas se podían derretir, Diogo cayó en la desesperación.
Testigo de esa triste escena fue Gabriela Meira, una mujer que estaba trabajando en un negocio ubicado precisamente en la calle donde se rompe el carrito de las paletas heladas. Dada la desesperación del niño, Gabriela dejó todo y corrió hacia él, con la esperanza de poder arreglar el desastre. Además de Gabriela, entre la gente que pasaba por delante indiferente, el niño fue ayudado también por un joven, Kaio Trindale, que decidió comprar todas las paletas heladas antes que se derritieran. De esta manera, Diogo no sufrió ningún daño económico y llevó el dinero ganado a su casa.
Amargada por la poca sensibilidad demostrada por el resto de los transeúntes, Gabriela publicó las fotos de Diogo y de Kaio en Facebook, explicando lo sucedido y regañando a todas esas personas que seguían con lo suyo como si nada pasara, indiferentes a las lágrimas del niño.
Pensar en la frialdad de la gente nos da realmente mucha tristeza, porque Diogo debería haber pasado ese día jugando como todos los demás niños, sin tener que vivir su infancia vendiendo paletas heladas para ayudar a su familia a sobrevivir. Dada la dura situación económica y dada la falta de ayuda por parte del gobierno, Diogo no puede hacer otra cosa, por esto debería haber sido mucho más oportuno mostrar un poco más de sensibilidad para con él. Pero todo lo bueno siempre termina bien.
El altruismo es un don natural que debería pertenecer a todos, no solamente a las personas más empáticas. Aparentemente, sin embargo, en lugar de difundirse cada vez más, parece que se está convirtiendo en una virtud muy rara.