La abuela excluye de la herencia a todas las nietas tatuadas y deja su dinero a la que no tiene tatuajes
Las viejas generaciones, con algunas excepciones, no son muy propensas a los tatuajes y eso es algo que se sabe. Será que para nuestros abuelos, los tatuados por excelencia eran los presos que entraban y salían de la cárcel y, por eso, siempre han mostrado una cierta hostilidad hacia esta práctica que, en realidad, esconde muchos aspectos culturales. Un motivo por las que ni siquiera se recomienda que "una mujer, una señorita, se manche el cuerpo con tinta indeleble" para algunas abuelas. La protagonista de esta historia, de hecho, contó cómo su abuela excluyó de su testamento a todas sus nietas tatuadas, dejando solamente el nombre de la que había tenido la sensatez de no tatuarse.
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La abuela lo había dicho: a las nietas tatuadas no le dejaría nada de la herencia. Que los nietos varones ya estuvieran tatuados le importaba poco y seguramente no los habría excluído del testamento, pero para sus nietas simplemente no podía soportar la idea que estuvieran tatuadas. El pensamiento común de los ancianos, sobre estos temas, es muchas veces el hecho que "los tatuajes no se adaptan a una mujer" y es precisamente esto lo que una de sus nietas contó en primera persona, la única no tatuada: "Mi abuela estaba en contra de los tatuajes, decía que no quedaban bien en las mujeres. Cuando descubrió que mi hermana mayor (somos cuatro) se había hecho un tatuaje la sacó del testamento". No fueron excluídos, sin embargo, los dos nietos varones.
Las hermanas, en el momento de la exclusión del testamento, habían querido tatuarse todas juntas por solidaridad: "Mis demás hermanas y yo hemos decidido tatuarnos por solidaridad con nuestra hermana mayor. Dije que lo haría, pero luego entendí lo estúpido que era y decidí no hacerlo. Sin embargo, ellas fueron hasta el final y se enojaron conmigo cuando descubrieron que no me hice el tatuaje".
La abuela, de hecho, excluyó a todas las hermanas de su herencia, excepto a la que nunca se tatuó.
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La hermana sin tatuajes recibió el dinero de su herencia a la muerte de su abuela, junto a los dos hermanos varones. Sus hermanas quedaron extremadamente desilusionadas cuando descubrieron que ella se había retractado con el tema del tatuaje. Todas pretendían que la herencia se repartiera en partes iguales y de todos modos no bastó con el hecho de que la hermana no tatuada les ofreciera parte del dinero. La voluntad de la abuela fue respetada, pero la solución no les gustó a las chicas, las cuales retienen que la decisión fue tomada sobre base de suposiciones ridículas.
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