"Amo a mis hijos, pero no voy a sacrificarme por ellos": la confesión de una madre
Cuando te conviertes en padre sólo tienes ojos para tus hijos y pareciera no haber más espacio y tiempo para dedicarse para uno mismo. El bienestar de los más pequeños se vuelve la prioridad para cada madre y padre, pero no siempre esa es la decisión correcta. A veces, haciendo de esta manera, se corre el riesgo de dejar de lado la propia persona, perdiendo el contacto con ella y corriendo el riesgo de no poder más enlazarla en el momento en el que los niños se convertirán en adultos.
Los hijos un día crecerán, de hecho y esta es la razón por la cual no hay que dedicar jamás toda tu vida completa a ellos, sino tomarse momentos para reconectarse con uno mismo y quererse. Es exactamente lo que ha confesado la mujer en el centro de esta historia. Les contamos sobre su reflexión.
"Ser madres no quiere decir dedicarse solamente a tus hijos, sigues siendo de todas formas una mujer" -palabras con las que esta madre comienza a hablar sobre la condición de ser madre. A menudo solemos pensar, equivocándonos, que una vez que somos padres no debe existir más espacio para la diversión, salidas con amigos, momentos para el cuidado de uno mismo, pero no hay nada más que negativo en esto.
Anularse como personas solamente porque la sociedad exige tener ojos sólo para tus hijos, juzgando a quienes se toman horas para hacer algo solos o sin su hijo a cuestas, es extremadamente malo y no hay que dejarse influenciar. "Ser una buena madre -continúa nuestra protagonista- no quiere decir renunciar a todo por los pequeños. Sacrificar cualquier aspecto de tu vida en función de ellos no hace otra cosa que llevar a nosotras las madres hacia la negatividad y podríamos llegar incluso a sentir rencor hacia ese niño que nos alejó de nosotras mismas".
Así es: prestarles atención definitivamente tiene sus ventajas, pero nunca olvidemos mirar también el otro lado de la moneda. Teniendo en cuenta que somos personas antes de ser madres o también padres no solo ayuda a los directos interesados, sino que es una importante fuente de enseñanza para los más pequeños. Ver a nuestros padres respetarse a sí mismos ante todo quiere decir aprender también a seguir adelante de una forma autónoma, sin depender completamente de los adultos. Solamente de esta manera, una vez adultos, los hijos podrán despegar y vivir plenamente su existencia. En caso contrario corren el riesgo de permanecer ligados para siempre y no tener la fuerza para ser independientes.
"Las madres que se sacrifican por sus hijos cometen dos errores -prosigue la mujer- No sólo corren el riesgo de sofocar su independencia, sino que al haber renunciado desde su nacimiento a ellas mismas, pretenderán un día recibir lo mismo y querrán controlar cada aspecto de sus vidas, sin dejarlos respirar y sin dejar que sigan adelante como un ente autónomo. Disfrutemos los días como podamos, entonces -continuó- ellos crecerán tranquilos y lo haremos también nosotros. Una madre feliz no es una mala madre, simplemente es una persona que logró encontrar el equilibrio adecuado entre el amor para uno mismo y el de su propio hijo".
Un desahogo, por así decirlo, es también un estímulo hacia cualquier padre, ya sea hombre o mujer. No dejarse anular por un nacimiento es la mejor manera no solo para vivir la vida diaria, sino para establecer una buena relación con tu propio hijo y hacer que crezca consciente del valor de cada uno.
¿Tú qué piensas de esta reflexión? ¿Estás de acuerdo o crees que es necesario dedicar completamente nuestra vida a nuestros hijos?
Nota: Esta historia está basada en hechos reales e inspirada al relato compartido con nosotros por una lectora nuestra.